Piensa en el siguiente concepto, el “yo diario” y la necesidad de administrar este valioso tesoro como haría un buen broker con su cartera de valores.
Lo cierto es que todos hemos ido adquiriendo o desarrollando una serie de hábitos improductivos a lo largo de nuestra vida. La combinación de todos estos hábitos no sólo constituye un enorme lastre, que nos dificulta mostrar el “mejor yo”, sino que además nos sale carísimo y no sólo en el aspecto económico, que también, sino en salud, relaciones y calidad de vida en general.
Si crees que detectar o identificar que eres presa de estos hábitos es algo difícil, te equivocas; es muy sencillo y lo único que necesitas para ello es pararte un poco a pensar.
Desgraciadamente vivimos inmersos en una dinámica en la que se suele dar más prioridad a lo urgente que a lo verdaderamente importante. Pensar es una de esas cosas importantes que posponemos una y otra vez y las consecuencias de ello son cada día más evidentes: insatisfacción creciente con nuestro trabajo y nuestra vida, estrés, depresión… ¿Cuántos de tus hábitos improductivos te aportan realmente algo a la hora de ser mejor persona o mejor profesional? ¿Cuantos de esos hábitos tienen que ver con el uso de la tecnología o cuanta tecnología usas pensando que te hará más productivo?
Con frecuencia incorporamos nuevos hábitos improductivos sin pararnos a pensar por qué lo hacemos; si realmente aportan algo o si simplemente son más carga inútil.
El mimetismo sustituye al análisis y al sentido crítico, haciendo que nos parezcamos cada vez más a un robot: limitados a seguir instruccionesy repetir lo que vemos y oímos sin previamente procesarlo, inconscientes del enorme coste que esta actitud supone en nuestras vidas.
¿Cómo salir de este círculo vicioso? Lo primero que necesitas es parar por un momento y analizar un día cualquiera de tu vida, desde que te levantas hasta que te vuelves a ir a la cama. Repasa las cosas que haces durante ese período de tiempo intentando detectar hábitos que te roban tiempo, te estresan y te limitan. Algunos ejemplos serían: comprobar el e-mail cada vez que llega un nuevo mensaje, no apagar el móvil cuando ha terminado la jornada laboral, quedarte en la oficina “calentando la silla”, llevarte trabajo a casa el fin de semana o no desconectar totalmente cuando estás de vacaciones…
¿Realmente aporta alguno de esos hábitos un valor concreto y diferencial a tu vida o simplemente te has convertido en un esclavo de ti mismo?
Piensa ahora en los hábitos saludables que no tienes: hacer deporte regularmente, dormir lo suficiente a diario, comer sano, aprender a disfrutar del momento, desarrollar día a día tu sentido crítico… ¿Qué vas a hacer a partir de ahora para ir sustituyendo los hábitos improductivos por hábitos productivos?
Usa tu cerebro para pensar regularmente en las cosas que haces de forma habitual; en lo que aportan o quitan a tu vida. Pensar es un ejercicio sencillo que te acerca a lo que realmente eres y quieres. Piensa en cosas, no en las cosas.
Aprovéchate de disponer de tan potente herramienta e intenta sacarle el máximo partido porque, como elemento decorativo, el cerebro es un adorno caro.